Empiema encapsulado


 

Tratamiento del empiema

El empiema pleural es una acumulación de pus en la cavidad pleural causada por microorganismos, generalmente bacterias[1]. Suele producirse en el contexto de una neumonía, una lesión o una cirugía torácica[1]. Es uno de los distintos tipos de derrame pleural. Existen tres estadios: exudativo, cuando hay un aumento del líquido pleural con o sin presencia de pus; fibrinopurulento, cuando los septos fibrosos forman bolsas de pus localizadas; y el estadio final de organización, cuando hay cicatrización de las membranas de la pleura con posible incapacidad de expansión del pulmón. Los derrames pleurales simples se producen hasta en el 40% de las neumonías bacterianas. Suelen ser pequeños y se resuelven con un tratamiento antibiótico adecuado. Sin embargo, si se produce un empiema, se requiere una intervención adicional.

La presentación clínica del paciente adulto y pediátrico con empiema pleural depende de varios factores, incluido el microorganismo causante. La mayoría de los casos se presentan en el marco de una neumonía, aunque hasta un tercio de los pacientes no presentan signos clínicos de neumonía y hasta un 25% de los casos se asocian a un traumatismo (incluida la cirugía)[2] Los síntomas incluyen fiebre, tos seca, sudoración, dificultad para respirar y pérdida de peso involuntaria[3] Los ancianos no suelen presentar los síntomas clásicos, sino anemia y agotamiento[4].

Empyema vs absceso

El empiema es una acumulación de pus en el espacio pleural, la cavidad entre los pulmones y la superficie interna de la pared torácica. La infección en el interior del pulmón (neumonía) se puede expulsar al toser. La infección en el espacio pleural (empiema) no puede toserse y debe drenarse con una aguja o mediante cirugía. A veces llamado piotórax o pleuritis purulenta, el empiema se desarrolla cuando las bacterias invaden el espacio pleural. Un derrame pleural o “agua en el pulmón” puede convertirse en un empiema, una afección más grave y potencialmente mortal. El empiema suele estar causado por una infección, como la neumonía, o tras una intervención quirúrgica.

Las infecciones pulmonares crónicas causadas por la neumonía, la tuberculosis, las infecciones por micobacterias no tuberculosas (MNT) y la gripe, así como las infecciones fúngicas y bacterianas, también pueden ser extremadamente graves y provocar millones de muertes al año en todo el mundo.

El Centro Pulmonar del Brigham and Women’s Hospital (BWH) ofrece evaluaciones especializadas y un tratamiento innovador para las personas que padecen empiema e infecciones pulmonares. Nuestros cirujanos certificados realizan técnicas quirúrgicas mínimamente invasivas, como el drenaje toracoscópico con decorticación mediante cirugía torácica asistida por vídeo (VATS), para eliminar el tejido infectado y aliviar los síntomas con mínimas molestias.

Empyema vs derrame pleural

El empiema de la cavidad pleural fue reconocido hace aproximadamente 2400 años, cuando Hipócrates hizo la distinción entre empiema e hidrotórax.2 Hipócrates diagnosticó un empiema sobre la base de su presentación clínica. La fiebre era constante, pero leve durante el día y aumentaba por la noche. La tos del paciente era improductiva, los ojos estaban hundidos y las mejillas mostraban manchas rojas. Cuando se sacudía al paciente por los hombros, se oían ruidos de sucusión del tórax, dependiendo de la presencia y cantidad de aire y líquido. En su libro sobre la auscultación del tórax, Laennec tradujo la descripción de Hipócrates que distinguía el hidrotórax del empiema: “Al aplicar el oído sobre las costillas, durante cierto tiempo se oye un ruido como de vino hirviendo gar, lo que sugiere que el tórax contiene agua y no pus”.3 A veces, los ruidos no se oían, dependiendo de la cantidad y las características físicas del líquido intratorácico.

En el siglo XIX se introdujo la aspiración de los derrames pleurales agudos. Se atribuye a Wyman y a su colega Bowditch el establecimiento de este procedimiento.6,7 Wyman describió la primera toracocentesis terapéutica en una carta dirigida a Sir William Osler: “Con el consejo y la ayuda del Dr. Homans, se perforó el tórax con un trócar explorador y una cánula entre la sexta y la séptima costillas a unos quince centímetros de la columna vertebral, y se extrajeron lentamente veinte onzas de suero de color pajizo con gran alivio de los síntomas.” Las agujas utilizadas para la aspiración pleural, las cánulas, los dispositivos que impiden la entrada de aire y los sistemas de aspiración se desarrollaron durante el siglo XIX.8

Síntomas del empiema

En todo el mundo (13-15), la tasa de ocurrencia de la infección de la cavidad pleural ha aumentado constantemente para cada grupo de edad con una causa desconocida (1,16). Por ejemplo, de 1996 a 2008, la tasa de ingresos se ha multiplicado por dos para los pacientes que padecen empiema en América (3,04-5,98/100.000) (1). Estos cambios están posiblemente relacionados con la mejora de la concienciación sobre el diagnóstico clínico y el aumento del número de métodos de examen disponibles, lo que permite a los médicos identificar mejor la infección de la cavidad pleural. Además, esto también puede estar relacionado con el aumento de la edad de los ancianos año tras año.

Según los diferentes niveles de pH, glucosa y lactato deshidrogenasa (LDH) en el derrame pleural, éste puede dividirse en: derrame paraneumónico no complicado, derrame paraneumónico complicado y empiema. Una infección simple de la cavidad pleural puede estar relacionada con la fase exudativa. Por lo tanto, se puede aplicar un tratamiento antibiótico. Por otra parte, la infección complicada de la cavidad pleural y el empiema requieren drenaje o tratamiento quirúrgico (27). Así pues, los distintos estadios clínicos requieren decisiones clínicas diferentes (28).

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